martes, 19 de noviembre de 2019

Más que una felicitación, un agradecimiento

Hoy el Museo Nacional del Prado cumple 200 años. Siempre lo sentí como un lugar acogedor, un territorio de arte amable y cercano, donde me recibían, dispuestas para mi admiración, muchas de las obras que nunca me dejarán de fascinar. Por eso hoy, no solo deseo felicitar a la institución por su bicentenario, sino que este es un pequeño mensaje de agradecimiento por todas las veces en las que quise perderme entre sus salas, buscar lo desconocido entre lo mil veces visto, nunca desperdiciar ninguna de sus lecciones, sentirme cerca de quienes las hicieron posibles.
Y regresar, siempre regresar, para reencontrarme, asido a su paleta y su pincel, con el genio entre los genios, que somete la mirada de quien lo enfrenta, que dispone quién, dónde, cómo. Para encandilarme con la dulzura de la señora condesa, que de nuevo me invita a iniciar conversación. Para estremecerme ante el trágico destino de quienes pusieron rumbo a la libertad y fusilaron sus esperanzas en la orilla.
Que Goya y el resto me perdonen (la omisión me parece ofensiva, soy consciente), pero es que en estas tres obras, que nunca dejan de emocionarme, está mucho de lo que siento por el Prado.
Felicidades, sí. Y gracias.