Y regresar, siempre regresar, para reencontrarme, asido a su paleta y su pincel, con el genio entre los genios, que somete la mirada de quien lo enfrenta, que dispone quién, dónde, cómo. Para encandilarme con la dulzura de la señora condesa, que de nuevo me invita a iniciar conversación. Para estremecerme ante el trágico destino de quienes pusieron rumbo a la libertad y fusilaron sus esperanzas en la orilla.
Que Goya y el resto me perdonen (la omisión me parece ofensiva, soy consciente), pero es que en estas tres obras, que nunca dejan de emocionarme, está mucho de lo que siento por el Prado.
Felicidades, sí. Y gracias.